sábado, 25 de julio de 2015

El primo de la Tierra es un infierno
18:39

El primo de la Tierra es un infierno

La NASA anunció el hallazgo del primer planeta que orbita en la zona habitable de una estrella similar al Sol, lo que lo convierte en un candidato a albergar vida
El exoplaneta recién descubierto Kepler-452b es el más cercano de cualquier encontrado hasta ahora a igualar nuestro sistema Tierra-Sol.
  • El Kepler-452b fue detectado por un telescopio espacial que analiza cambios en la intensidad de la energía emitida por una estrella.
VICENTE MONTES.- «Dios mío, está lleno de planetas». Esta debería ser la expresión que parafrasease en este siglo el guión de la célebre película 2001, una odisea del espacio. La idea más trascendente sobre nuestro universo que ha podido inculcar la astrofísica en las últimas dos décadas es esa: el cosmos está cuajado de planetas, algunos similares al nuestro. No somos ninguna excepción, así que cabe pensar que la vida, incluso tal y como la conocemos en la Tierra, tampoco lo es. Pero no todos los planetas similares al nuestro son escenarios adecuados para la vida, ya que el paso de los años puede haberlos convertido en auténticos infiernos

El pasado jueves, los científicos anunciaron, a través de una conferencia organizada por la NASA, el hallazgo del que hasta ahora es nuestro planeta más similar: Kepler 452b, un primo lejano (se encuentra a 1.400 años luz) pero que puede ser, paradójicamente, un horno para la vida que albergara en otro tiempo. Es posible que este planeta esté sufriendo un efecto invernadero tan brutal que evapora sus océanos. Y además, ese es el probable futuro que le espera a la Tierra dentro de millones de años.



Desde hace dos décadas la humanidad tiene constancia empírica de la existencia de otros planetas orbitando estrellas, un hecho sin precedentes en la historia de la ciencia. La sonda Kepler, un telescopio que orbita fuera de nuestra atmósfera, lleva localizados ya miles de esos planetas, algunos con características comparables al nuestro. En total, la sonda ha detectado hasta ahora más de 4.600 planetas orbitando estrellas de nuestra galaxia, de los cuales más de mil ya han sido confirmados por otros métodos de medición. La última remesa de datos incorpora ahora un total de 500 nuevos candidatos, de los cuales una docena son comparables a nuestro planeta: se trata de cuerpos de un tamaño de más del doble de la Tierra y que se encuentran en la denominada «zona de habitabilidad» de su estrella, aquella en la que la temperatura es la precisa como para que pueda existir agua líquida en la superficie, un ingrediente esencial para la vida. 

Kepler 452b, en la constelación del Cisne, es hasta ahora el planeta más parecido al nuestro jamás detectado. Su diámetro es el doble del de la Tierra, y gira alrededor de un sol muy parecido al que vemos en el cielo (una estrella del tipo G-2). Un año allí dura 385 días, apenas 20 días más que el año terrestre. Y aunque los científicos aún no lo han confirmado del todo, creen que se trata de un planeta rocoso y no de una masa gaseosa como Júpiter o Saturno u otros planetas similares que ya han sido identificados de manera bastante habitual. Es, pues, nuestro pariente más próximo conocido en características astronómicas.

Pero su estrella es 1.500 millones de años más vieja que el Sol, por lo que las condiciones son muy diferentes a las de nuestro planeta. La evolución estelar indica que es probable que Kepler 452b esté sometido a un proceso de aumento de temperaturas que haga que sus océanos y mares se estén evaporando e, incluso, escapando de su atmósfera. «Este planeta puede estar experimentando ahora lo que le ocurrirá a la Tierra dentro de mil millones de años, cuando el Sol envejezca y crezca haciéndose más brillante», asegura Doug Caldwell, investigador del Instituto SETI, dedicado a la búsqueda de vida extraterrestre. Kepler 452b constituye una suerte de bola de cristal en la que observar nuestro futuro.

Hasta la fecha, los científicos han detectado distintos tipos de planetas en otras estrellas, aunque algunos bastante diferentes a los nuestros. Por ejemplo, son comunes los grandes cuerpos de gas como Júpiter, pero que orbitan muy cerca de su sol, por lo que alcanzan temperaturas elevadas. También resultan bastante habituales las denominadas «Supertierras», planetas rocosos de un tamaño de entre dos y cuatro veces el de nuestro planeta y en condiciones de albergar agua líquida en su superficie. Algunos de esos planetas podrían ser la tantas veces imaginada «otra Tierra» que pudiera albergar vida o, incluso, algún día acoger a una humanidad en busca de un nuevo hogar.





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